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Una mirada hacia la enseñanza en la periferia

  • gabypslx
  • May 11, 2021
  • 3 min read

Cuando estás frente al grupo, te cambia todo el panorama. Ya no vas nada más por una beca, ya vas por la felicidad de los niños; por enseñarles lo que tú sabes, cuando en realidad ellos te enseñan más a ti. Describe Ana Cristina Pelcacho.

Estudiantes en una escuela CONAFE: Anaisa, Jessenia, Areli, Eliseo, Anahí y Simón.

En un país donde más de 4 millones de niños y niñas no tienen acceso a la educación, mientras que alrededor de 600 mil corren el riesgo de desertar debido a la lejanía de las escuelas y otros factores diversos; el Consejo Nacional de Fomento Educativo (CONAFE) tiene la tarea de brindar servicios de educación inicial y básica a niños y niñas que habitan en localidades marginadas y con rezago social de la República Mexicana.


Ana Cristina Pelcacho, oriunda de Huasca de Ocampo en el Estado de Hidalgo, decide convertirse en Líder de Educación Comunitaria (LEC) en la convocatoria de CONAFE de 2018 a consecuencia del sesgo en el ámbito educativo de su comunidad.


Diciembre de 2018, Ana Cristina con 27 años ingresa al programa intensivo de formación para la docencia comunitaria. Con la finalidad de apoyar a los LEC con equipamiento que aporte a su labor docente, CONAFE brinda a inicios de cada ciclo escolar mochila, playera, chamarra, gorra, botas y una bolsa de dormir a cada docente, permitiendo que los traslados y las estadías en las zonas retiradas de las comunidades sean más cómodas.


Así empezó lo que se ha convertido en una vida en comunidad. Con una capacitación de treinta y siete días, seguido de una conferencia cada viernes por medio de webinar que cumple la función de reforzar el servicio que presta cada uno de los y las 3 mil LEC en el Estado de Hidalgo.


Ana Cristina reside en el norte de Huasca de Ocampo, donde hace frente a las dificultades que le presenta esta región. Internet, señal telefónica, luz débiles. Entre cuadernillos, libros y lápices de número 2 la Líder de Educación Comunitaria Ana, dirige su atención a su teléfono para gestionar las llamadas telefónicas a los niños y niñas a su cargo. No siempre fue así, no siempre se trató de llamadas de una hora por la mañana.


"Cuando les hablaba en la mañana se ponían contentos, se sentían tristes y muchos se ponían a llorar. Por teléfono como que les da pena y ya no me hablan tanto", cuenta Ana Cristina a las afueras de la comunidad.

Marzo de 2020, el desencadenamiento de una emergencia sanitaria a causa de la COVID-19 mantiene alerta a los docentes en las regiones más apartadas de la ciudad. La estudiante de pedagogía Ana Cristina, convencida de su propósito en la comunidad, emprende el camino hacia la casa del primer pequeño que visitará ese día. Cuarenta y cinco minutos después de caminar bajo el intenso calor de la sierra Hidalguense a las 11 de la mañana, llega a su destino.


La interacción con cada niño y niña evoca en ella distintas emociones, su labor no le permite mostrarse vulnerable ante las familias que le brindan pan y agua al llevar la educación directamente a la puerta de sus casas. Tras la primera vista restan dos por hacer ese día, quince minutos a la siguiente vivienda y 40 para la última.

La Líder de Educación de multigrado de 12 niños y niñas, emprende su camino cada mañana, para ver el rostro joven de sus estudiantes de preescolar. Rostros de mirada extraviada, muchos que, en silencio, sufren maltrato en sus hogares, que en repetidas ocasiones son forzados a realizar tareas en el campo, tareas no apropiadas para su edad.

Conforme incrementan los contagios en Hidalgo, las visitas fueron canceladas. Semáforo rojo en octubre de 2020. La interacción que permitía que los niños y niñas se desenvolvieran orgánicamente con Ana Cristina, se esfumó. La precariedad en la localidad sale a relucir cuando los padres y madres de familia no tienen la oportunidad de sintonizar el programa Aprende en casa, cuando deben caminar treinta minutos a la loma más cercana para buscar red de internet móvil para enviar las tareas de sus hijos por WhatsApp.


Ana Cristina ante el impedimento que ha sido la enfermedad por la Covid-19, graba recursos didácticos para guiar a los padres y madres de sus estudiantes. Es con ellos que, a pesar de no contar con educación básica concluida, representan un canal directo hacia las infancias que se encuentran en continuo desarrollo.


El mes de Ana Cristina Pelcacho termina con 4 mil pesos a su nombre que le permiten continuar pagando sus estudios en el Instituto Universitario del Centro de México, con los pies cansados a causa de las largas caminatas y un proyecto educativo en el que puede convivir con las infancias de su comunidad.


Ante las condiciones, Ana Cristina ubica un silencio respetuoso y aún con timidez al entrar a las viviendas de los niños y niñas, en muchos casos observa resignación para enfrentar su situación, resignación aprendida en la rutina de una vida llena de circunstancias frecuentemente desfavorables.


 
 
 

1 Comment


bernardo uribe
bernardo uribe
May 14, 2021

Gran trabajo de reporteo, tienes un excelente uso de las escenas y de la narración, sim embargo, creo que hizo falta más voz de los personajes o incluso describir con más claridad la rutina de enseñanza, ya que en partes das por hecho que el lector ya sabe como se desempeña un maestro rural.


También procura que todo en el texto sea periodístico, empezando con el título, ya que el que escogiste suena más a trabajo académico, es demasiado formal.


Pero en general, muy buen texto, felicidades.


CALIFICACIÓN: 9.5

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