Los TCA: un problema que se alimentó en la pandemia
- crlshdzcc
- Jul 2, 2021
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En el 2020, mientras la atención de los medios e instituciones de salud se centró en la pandemia de COVID-19, los Trastornos de Conducta Alimentaria incrementaron silenciosamente en casa.

Por: Martínez Carlos, Bonilla Andrea, García Fernando y Arriaga Alejandra.
Durante el aislamiento social, Diana, a sus 20 años de edad, decidió que era momento de buscar un cambio en su cuerpo. Se embarcó en una dieta, lo que la llevó a otra, y luego a otra, cada una más estricta que la anterior. Lo que empezó como un camino hacia una vida sana, se volvió una obsesión, y no tardó en convertirse en una amenaza para su salud física y mental.
“De alguna forma, me sentía feliz con los resultados, y entre menos comía, me sentía mejor”, dice Diana, quien consideró que toda acción era válida con tal de lograr su meta. Sin embargo, aunque ella aún no lo supiera, su salud comenzaba a deteriorarse. “No te das cuenta que estás enferma”, explica, “sólo te enfocas en lo que ves frente al espejo. Ver que cada vez pesaba menos me hacía sentir feliz, y ya no quería subir de peso”.
La historia de Diana es una de muchas que se han dado durante el confinamiento provocado por el virus SARS-CoV-2. Mientras que la atención mediática se colocaba en los contagios, en la crisis económica y en las medidas del gobierno, el virus acechaba las calles y los hospitales parecían zonas de guerra; dentro de los hogares se vivían otras batallas. Una de ellas, protagonizada por personas como Diana, jóvenes cuyo estado mental y físico los llevaba, en ciertos casos, a desarrollar Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA).
Los TCA, de acuerdo con el doctor José Francisco Bonilla Martínez, director de la Clínica Campestre Citlaltépetl, son reguladores emocionales que se caracterizan por alteraciones en la conducta relacionada al acto de comer, y a una distorsión en la forma en que se percibe la imagen corporal. Restricción de la comida, autoinducción al vómito, uso de laxantes, ejercicio excesivo, y ocasionales atracones son algunos de los síntomas que pueden darse, y su presencia o ausencia ayuda a determinar el diagnóstico.
En el caso de Diana, se presentaron dos de los cuatro principales TCA, la bulimia nerviosa y el trastorno por atracón. “Comencé a tener atracones de comida, lo que iban a ser unas galletas se convertían en el paquete entero, dos platos de cereal, pan, papas fritas, alitas, lo que se me antojaba me lo comía y no podía parar. Luego, me sentía culpable y vomitaba. Vomitar me hacía sentir bien porque así podía comer lo que quisiera sin sentirme culpable porque así no subía de peso.”, comentó.
El aumento
Miles de casos como el de Diana se presentan año con año, principalmente entre adolescentes y adultos jóvenes pero con menor frecuencia entre hombres, pues de cada 10 casos de anorexia y bulimia, nueve son mujeres. En México, antes de la pandemia se registraban aproximadamente 20 mil casos nuevos de estos trastornos cada año. Sin embargo, de acuerdo con especialistas como la nutrióloga Alicia Hernández y la psicóloga Mónica Rodrigues, estos trastornos aumentaron entre un 25 y 35% a lo largo del 2020.
Estas cifras, aunque altas, se encontrarían muy por debajo de las presentadas en países como España, cuya Asociación Nacional contra la Anorexia y la Bulimia reporta una triplicación en el número de casos; Estados Unidos, en donde las llamadas al centro de ayuda de la National Eating Disorders Association han incrementado en un 70%, y el Reino Unido, territorio en el que se han visto aumentos del 61% en anorexia y 26% en otros TCA.
Según la psicóloga María Guadalupe Iglesias Ramirez, docente de la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Nuevo León, el aumento de los trastornos alimenticios se debió principalmente al aislamiento social, al abuso de redes sociales y al descontrol en la alimentación. Son factores que llevaron, especialmente a jóvenes de entre 12 a 25 años de edad, a ser víctimas de TCA durante el año pasado, afirma Iglesias Ramírez para el periódico Milenio.
Redes sociales, cultura de delgadez
Para Diana, el segundo de estos factores fue el más perjudicial. “Comencé a obsesionarme con las redes sociales y pasaba horas viendo Instagram, envidiando los cuerpos de las chicas en las fotos. Luego, mi TikTok se llenó de eso y era lo único que consumía, cuerpos perfectos de internet” afirma, “yo también quería uno, y estaba dispuesta a hacer lo que fuera. Todo valía con tal de ser como ellas”.
De acuerdo con María Salazar, especialista en TCA, el uso de redes sociales, que subió en un 12.4%, o aproximadamente 11 millones de usuarios, es la principal causa de los TCA hoy en día. “Las redes sociales mal usadas están causando cada día más muertes en trastornos alimenticios y trastornos de imagen”, aseguró.
Este factor tiene un rol especialmente fuerte en los casos de las mujeres, ya que, como señala la nutrióloga Alicia Hernández, ellas presentan una mayor exigencia entre ellas mismas y la sociedad, al sentir que deben cumplir con ciertos estándares normalmente asociados a la “cultura de la delgadez”, la cual genera modelos a seguir para la mayoría de las mujeres, capaces de hacer cualquier cosa por pertenecer a ello.
Al respecto, la psicóloga Mónica Rodríguez señala que, debido a la cuarentena, muchas de las personas con estos trastornos pasan su tiempo en redes sociales, “consumen perfiles donde su información se basa en la alimentación restrictiva y en la imagen corporal, provocando obsesión por la idea de un cuerpo perfecto”.
Falsos especialistas
Dentro de las redes sociales y la forma en la que agravan los TCA, los fitness coaches tienen un papel importante, ya que tienen la tendencia de restringir ciertos alimentos y poner de “moda” las dietas cetogénicas (de alto contenido en grasas y baja en hidratos de carbono para obtener mayor energía), ayunos intermitentes o retos de 21 días. “Tenía muchos pacientes que salían del reto y me buscaban y me decían “sí bajé pero me siento mal”, añadió la nutrióloga Alicia Hernández Limas.
Debido a esto, María Salazar sugiere “fijarnos en quiénes estamos siguiendo en redes y analizar lo que hacen y cómo influye en nosotros. Debemos seguir a quienes nos motivan a ser mejor en lo que nos gusta”, mientras que Alicia Hernández recomienda cambiar lo que se está consumiendo por redes. “Podemos comenzar a seguir cuentas donde nos aseguremos que hay un especialista detrás de ella, para que puedan comenzar a cambiar la perspectiva de lo que consumen”.
Vida familiar y escolar, factores agravantes
Sin embargo, existen casos en los que las redes sociales no juegan un papel importante, como el de Danna, una joven de 18 años, en cuyo caso el estrés provocado por el encierro y las clases en línea fueron desencadenante, “llegaba al punto donde sentía que no podía más e iba a buscar comida en la alacena, porque la hora de la comida es muy relajante”.
Sin embargo, Danna explica que esa sensación de calma duraba muy poco tiempo, lo que perjudicó su desempeño académico, “después de comer me ponía muy triste, lloraba y no sabía por qué lo estaba haciendo, me sentía muy cansada, no me daban ganas de tomar mis clases ni de hacer las cosas que antes hacía”.
Además, tanto en su caso como en el de Diana, la vida familiar volvió su situación más complicada, lo cual es algo común entre pacientes con algún TCA. Esto debido, en primer lugar, a que muchas veces son los familiares quienes más comentarios hacen sobre el peso, y, de acuerdo con la nutrióloga Alicia, “el hecho de que alguien que tú quieras te esté diciendo que tu peso no es el ideal, te afecta más a que lo estés viendo por redes sociales.”
Otra forma en la que la dinámica familiar puede afectar al paciente, es cuando los hace sentirse solos o juzgados, ya que complica la búsqueda de tratamiento y los priva de una importante fuente de apoyo emocional. Diana, por ejemplo, dijo que su familia no sabe nada sobre su TCA, y que no sabe cómo decirles porque se decepcionarían mucho y le da miedo sentirse juzgada, por lo que buscó ayuda psicológica por su cuenta, sin que nadie se enterara.
Danna, por su parte, comenta que no ha buscado ayuda de un especialista por motivos similares. “Influye mucho la falta de comunicación que tengo con mis papás, me da miedo o pena decirles. Llegan a ser muchos prejuicios que quiero evitar, es el qué dirán lo que llega a afectar”, afirmó, y a su vez dice considera que sus problemas serían menores si tuviera la ayuda que quisiera tener.
Búsqueda de tratamiento, un obstáculo más
La experiencia de Danna ilustra un problema más al que se enfrentan las personas que padecen algún TCA, y es la dificultad para hallar diagnóstico y tratamiento. Para ella, la relación con sus padres ha sido una limitante, pero la misma naturaleza de la enfermedad, así como el sistema de salud en México, especialmente durante la pandemia, complican la búsqueda de ayuda.
El primer obstáculo es que la persona y su familia se percaten del problema, lo que puede tomar meses o hasta años, y lleva a un retraso en el diagnóstico, que puede llegar hasta que la enfermedad comienza a provocar estragos severos. Sobre esto, el doctor Bonilla comentó que “pasa el tiempo hasta que se dan cuenta que están anémicos, y desnutridos, se enferman mucho porque ya no tienen defensas”.
La siguiente dificultad llega a la hora de encontrar un especialista que pueda dar un diagnóstico oficial y un tratamiento, así como el seguimiento necesario para evitar recaídas. En México, solamente existen 64 clínicas u hospitales psiquiátricos y, al ser este un número tan bajo, las oportunidades de atención son limitadas.
Este hecho se agravó con la llegada de la pandemia. Varios hospitales cerraron, limitaron o clausuraron ciertos servicios, o se volvieron “hospitales covid”. Una atención a la salud mental, que ya de por sí estaba limitada, se volvió más difícil de acceder, por lo que muchas enfermedades y trastornos quedaron desatendidos.
Estas circunstancias hacen que, ocasionalmente, la gente busque atención médica en el área privada. No obstante, hay personas que no tienen el dinero suficiente para pagar consultas semanales, con un costo de entre 400-$1,200 con un psicoterapeuta y 300-$900 por el nutriólogo, además de los medicamentos que por lo general son antidepresivos y ansiolíticos para reducir la angustia y la compulsión. Por tal motivo, algunos simplemente no acuden a ningún especialista, y dejan que sus padecimientos empeoren.
La recuperación sin un camino fácil
La falta de atención médica hacia los TCA es una de las razones que los vuelven las enfermedades mentales con peor pronóstico. De acuerdo con la National Association of Anorexia Nervosa and Associated Disorders (ANAD) se estima que solamente un 50% de los pacientes logran una recuperación total, mientras que aproximadamente un 30% tendrán recaídas.
“Puede mejorar la parte aguda” explica el doctor Bonilla, “pero toda la vida están pensando que se ven mal, y es probable que recaigan”.
Debido a lo complicado que puede ser no solamente encontrar ayuda, sino mantener un buen estado de salud sin volver a enfermar, los TCA tienen una tasa de mortalidad más alta que cualquier otra enfermedad mental, por arriba incluso de los trastornos depresivos. La ANAD dice que entre un 5 y 10% de pacientes con TCA perderán la vida en los 10 años posteriores al diagnóstico, y hasta un 20% lo hará en 20 años.
Sin embargo, existe una luz al final del túnel. La ANAD estima que la tasa de mortalidad cae en un 17% cuando los pacientes cuentan con un tratamiento adecuado, por lo que se han dispuesto a proveer apoyo gratuito a las personas que no pueden costear ayuda profesional de ninguna otra forma.
Aunque la ANAD no tiene estos servicios disponibles fuera de Estados Unidos, en México existen organizaciones como la Fundación APTA y la Fundación Ellen West que igualmente ofrecen ayuda psicológica de forma gratuita, y que están disponibles las 24 horas.
Con la atención médica, psicológica, y nutricional adecuada, jóvenes como Danna y Diana tienen una mejor oportunidad de salir adelante. Los TCA afectan la vida de miles de personas cada año, es importante reconocer la amenaza que presentan y poner a la mano los recursos necesarios para apoyarlos en su recuperación.
Diana explica que a través de las pláticas con su psicóloga comenzó el cambio que necesitaba, “cambié el contenido que consumía en redes y entendí que hay muchos cuerpos, que no debería odiar el mío”, dice Diana, “también me gusta mucho meditar y platicar conmigo misma, ya no me prohíbo nada, pero a veces aun tengo el pensamiento de ¡Ya deja de comer!, solo que ahora lo ignoró y disfruto mi comida”.
Por su parte, Danna, después de haber pasado por el punto más bajo en su salud, se encuentra en un lugar más estable. Ella ha cambiado los hábitos que la dañaron por una dieta balanceada, ha perdido el peso que ganó durante la pandemia, controla mejor la ansiedad y el estrés con ejercicio, y no con alimentos azucarados. Ahora, considera que todo lo que aprendió en el último año le sirve como un arma para enfrentar con una mejor actitud los problemas.
Hola, chicas y chicos del reportaje de TCA's. En términos generales creo que hicieron un gran esfuerzo en rescatar un reportaje que parecía "muerto". Valoro mucho las fuentes y sobre todo los datos recabados, pero coincido con el siguiente comentario en cuanto a que el texto está "plano", necesita más escenas narrativas que ilustren la información que tienen. Por otro lado, hay varios problemas con la redacción, en especial con el uso de la coma. Es cierto que lo estuvimos revisando, pero incluso veo algunas correcciones que hice en la última sesión y que no se corrigieron. A continuación les comparto algunos de los errores que encontré en su texto: 1. Por: Martínez Carlos, Bonilla Andrea,: Innecesarios los dos puntos después de…
Su reportaje cuenta con las fuentes necesarias para explicar el los trastornos alimenticios, pero hacen falta escenas narrativas, ya que la información abruma y en casos entierra a los personajes.
Tienen muchos errores en el uso de la coma, por favor cuiden los signos de puntuación, sean consientes en cuando se usan y cuando no.
Estos son algunos de los ejemplos dentro del texto de sus errores, pero ya no quise enlistar todos.
1.- “De alguna forma, me sentía feliz con los resultados, y entre menos comía, me sentía mejor”, dice Diana, quien consideró que toda acción era válida con tal de lograr su meta. Sin embargo, aunque ella aún no lo supiera, su salud comenzaba a deteriorarse. “No te…