Una tradición de amor al sabor de San Vicente Tancuayalab.
- floresmtzjazz
- Apr 20, 2021
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Con una población de apenas 14,958 personas, San Vicente Tancuayalab es un pequeño pueblo ubicado en San Luis Potosí donde nació Manuela Mar Ávila, una maestra que se ganó el cariño de su población a través de sus caracterizadas y deliciosas enchiladas de guajillo, donde nos revela cual era ese secreto que les daba el toque tan mágico.
La familia Mar, proveniente del municipio “El Álamo” hacía todo un ritual cuando se trataba de hacer esta comida típica de la ciudad que poco a poco fue ganando el corazón de los locatarios del lugar.
Manuela Mar, la maestra de una primaria del pequeño poblado urbano en el año 1941 fue quien heredó la receta de su madre, Petra Àvila y que, en los festivales de la primaria, dio a conocer su receta a muchos de los pobladores, haciendo sus enchiladas uno de los platillos favoritos de aquella época.
Aunque la elaboración no era nada fácil de recrear, puesto que la tecnología en México no ha avanzado de forma pareja en todos los sitios de México, en aquellos tiempos, la luz, el gas y televisión sólo podían encontrarse muy escasamente en el municipio central, no en las zonas de campo como era anteriormente la ciudad del Álamo donde se producía ganado ovejuno y en temporada había toneladas de tamarindo.
Manuela, antes de salir de su casa por los ingredientes, tenía que levantarse a las 5 de la mañana dejando el tamarindo cociendo para que éste sacara su pulpa y pudiera hacer su rica agua de tamarindo con un poco de jengibre. Su tía la seguiría haciendo cargo del agua donde tenía que triturar un pequeño pedazo del jengibre lo más fino posible para mezclar con los 20 litros de agua de tamarindo que debía salir para que alcanzara a los participantes de los festivales.
Ya listo eso, viajaba desde las 7 de la mañana para poder llegar a las 2 o 3 de la tarde a la plaza del centro de San Vicente, ahí, compraba lo necesario para poder crear sus famosas enchiladas, maíz, chile guajillo, cebolla y un queso muy especial que le dan ese toque fresco y único, el queso artesanal de la Huasteca.
La huasteca de San Luis Potosí tiene la fama de hacer los quesos artesanales más puros de leche de México, estos son más conocidos en ciudades del norte como Veracruz, Tamaulipas, Monterrey, aunque sí pueden ser conseguidos en cualquier parte del país.
Después de conseguir todos los productos, el hijo de Manuela, Manuel Martínez nos relata que “de camino lograba conseguir alguien que la subiera, porque era más pesado, solo llegaba a dormir ya que había que pararse a las 5 de la mañana para iniciar la preparación.” Se tenía que prender la leña para empezar a coser el chile guajillo e iniciar a mezclar el maíz molido con agua para crear la masa para hacer las tortillas.
Las enchiladas originales no llevaba carne, puesto que la zona era muy pobre como para poder comprarse el lujo de la carne, pero en algunas ocasiones, cuando las temporadas de pollo de la región de al lado estaban buenas, se daban el lujo de comprar un poco de huevo y ponerles dentro de las enchiladas.
Las tortillas hechas a mano, la salsa que terminaba con un pequeño sabor ahumado y el queso desmoronado con un poco de cebolla servidas en una cama de lechuga eran una delicias por sí solas, sin embargo, en una de sus ultimas platicas con sus hijos y nietos, Manuela reveló que el secreto más importante era el amor con las que se hacía “Sólo saben bien si son compartidas con la familia y amigos” comentaba Manuela cuando le preguntaban qué era lo especial de sus enchiladas.
Hablando con Melanie Gonzales, la bisnieta de Manuela, nos menciona que el sabor siempre cambiará por las condiciones en las que estamos, pues en Monterrey, en ocasiones en vez de usar leña usan un poco de carbón o lo hacen directamente en la estufa eléctrica de su casa. Al igual que en ocasiones las tortillas son hechas a mano y en otras procesadas por una máquina.
Sin embargo, el objetivo sigue siendo el mismo y cuando se reúne toda la mayor parte de la familia posible, no hay nada mejor para comer que unas "enchiladas de la abuela" con su respectiva agua de tamarindo, recordándoles que no importa si viven ya en Monterrey, Tamaulipas o la Ciudad de México, todos pertenecen al mismo pasaje del Àlamo en San Vicente Tancuayalab.
La crónica siempre es mejor cuando se deja hablar a la historia por sí sola, no necesita introducciones o palabras nexos, estas solo entorpecen el ritmo de la narración.
Creo que era una buena historia, pero la estructura es muy rígida y no hay recursos narrativos.
También, cuida la redacción, los signos de puntuación y el uso de gerundios.
CALIFICACIÓN: 8.5