Una experiencia muerta

Un clic se convirtió en la oportunidad de ver y escuchar lo que un virus ha detenido, un intento por recuperar las sensaciones que la ópera es capaz de transmitir. Sin importar el momento ni el lugar, clásicos de la ópera lograron entrar al hogar de miles de personas.

Los aplausos llenan el teatro cada que un acto termina en el escenario, pero ninguno de estos proviene de los espectadores actuales. Una grabación es todo lo que se puede percibir a través de las computadoras y celulares, una ópera que intenta revivir el momento con los aplausos de quienes ya no lo ven.

Con la función de fortalecer la formación artística desde 1946, el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura regaló a la sociedad mexicana una clásica tragedia de amor, musicalizada por Charles Gounod y basada en el drama de Shakespeare “Romeo y Julieta”.

Una fusión de teatro, canto y poesía, que prevalece tras 154 años de su estreno en París, se hace presente en México. “Una concurrencia de emociones que incitan al conflicto en la mente”, así describe la ópera el crítico musical y operístico Gerardo Kleinburg. "Alarmante, tristeza, sueño, escalofrío y preocupación", son las formas que toma la rivalidad de los Montesco y los Capuleto, en el cuerpo y mente de quienes se atreven a experimentarla.

Las partituras de la Orquesta del Teatro de Bellas Artes llegaron hasta los asientos del público presente en 2005, y ahora se adentran en los oídos de quienes, con un límite en el volumen, deciden aprovechar la quinta temporada virtual de la compañía. El sonido, la iluminación, vestiduras, escenario y reparto, una historia de casi tres horas, puede detenerse cuando y cuantas veces el espectador lo desee.

Estudios de la Universidad italiana de Pavía demuestran que la música clásica ayuda a la reducción del ritmo cardiaco y la presión arterial. Un género sujeto a prejuicios. “Aburrido o preocupante”, afirma el público por el ritmo y la ejecución del francés.

El supertitulaje pasó a ser subtitulaje, se percibe al elenco de cerca, la cámara cambia continuamente la posición y le da al público virtual la sensación de que puede estar en todos lados sin estarlo. Enfoca al elenco, sus rostros, sus movimientos, da el mejor ángulo para observar a la orquesta cuando ésta rompe el silencio y sumerge a cuantos escuchan en la escena.

“Las palabras suenan, los sonidos hablan, todo es confusión”, cita Kleinburg al compositor Richard Strauss en una entrevista radiofónica. A esto se suma el grito de los niños al jugar, la luz del día, el ruido de la televisión y el tráfico en la calle. Lograr conectar con la reconocida historia de amor es casi imposible.

Un reto a la distancia que busca el bienestar social, aplausos finales que se limitan a quedarse en la mente, los ojos secos y la piel sin erizar. A pesar de los intentos por sentir, en la mente y las palabras escritas de quienes siguen la transmisión, prevalece el deseo de algún día vivir lo que es real.