Una dosis de falsa esperanza
- Pamela González
- May 9, 2021
- 3 min read

Después de la llegada de las tan esperadas vacunas contra el Covid-19, México ha administrado 18,8 millones de vacunas a 12, 7 millones de habitantes, entre ellos más de 10,6 millones de adultos mayores. Todo México estaba feliz porque finalmente se acabaría el terror y la incertidumbre que ha traído la pandemia del Covid-19. Sin embargo, la preocupación se apoderaba de los rostros ahora llenos de felicidad, cuando nuevos encabezados de periódicos exclamaban “Anciana muere luego de vacuna contra COVID-19”.
“¡Pero si ya se habían vacunado, papá!”, exclamó la hija de Don Chava mientras se ponía su suéter para ir al Hospital General de Xoco, en donde el hermano mayor de Don Chava y su esposa, han estado internados desde una semana después que recibieron la segundad dosis de la vacuna contra el Covid-19.
Javier Mendoza de 79 años y Alejandra García de 77 años se encontraban hospitalizados, así como otras 1,350 en la Ciudad de México. El sábado 09 de abril, comenzaron con esa tos tan seca como si no hubieran tomado agua en un mes entero, acompañado de una alta temperatura que emanaba de su ser como si estuvieran a solo escasos metros del sol y por supuesto, ese dolor en todo el cuerpo como si de agujas clavadas se tratara.
El bombardeo de síntomas continuó, mientras Javier y su esposa se encontraban cada vez más alertados por presentar aquellos síntomas de esa enfermedad tan temida. “Vamos a hacernos la prueba, Javier”, dijo Alejandra mientras tomaba un paracetamol para aliviar un poco su dolor corporal. “¡Nosotros no tenemos eso, vieja! Entiende que es normal tener efectos secundarios después de la vacuna”.
De mala gana, Don Javier aceptó ir al Centro de Salud T-III México España, en donde les realizarían las pruebas de Covid. Llegaron a las afueras del Centro de Salud, en donde se alcanzaban a ver solo algunas de las 30 personas que ya estaban formadas desde hace 3 horas.
Mientras todos aguardaban en la fila con un metro de distancia entre cada persona, una enfermera pasaba con cada paciente para ayudarles a llenar su formulario de síntomas. Algunos lucían como Don Javier y su esposa, con una tos llena de pena y preocupación, por lo que los llevaba a solo toser en voz baja para no despertar aún más miedo entre todas las personas que esperaban.
“Ustedes presentan muchos síntomas, tiene fiebre, tos seca, cansancio, dolor de garganta, dolor de cabeza, conjuntivitis, incluso tienen dificultad para respirar. No los quiero alarmar, pero es mejor que se anticipen a los resultados.”, dijo la enfermera mientras palomeaba cada uno de los incisos de la hoja.
“¿Es posible, señorita? Hace una semana recibimos la segunda dosis de la vacuna.”, preguntó Alejandra mientras agarraba la mano de su esposo que yacía junto a ella.
La enfermera solo los miro mientras se encogía de hombros y pasaba al paciente detrás de ellos. La fila parecía casi interminable, aunque solo quedaban cinco personas delante de ellos. Primero gritaron el nombre de Javier y con las manos temblorosas se sentó en la camilla, metieron ese incomodo artefacto por su nariz y ya había finalizado la prueba. Seguía su esposa, repitieron el mismo procedimiento y ambos regresaron a las afueras del Centro de Salud para esperar sus resultados.
Después de 20 largos minutos, ambos tenían su hoja con el resultado, se apartaron de las 30 personas que previamente estaban en la fila con ellos y se dispusieron a leerlos juntos. “¡Te dije que todos estos síntomas no eran normales!”, exclamó Alejandra mientras se soltaba a llorar. “¿Yo que iba a saber? Si se supone que las vacunas sirven para algo.”
Los próximos días, su vida comenzó a depender de un tanque de oxígeno y de cuantas horas lo usaban. Decenas de medicinas entraban por su cuerpo diariamente para poder mejorar aunque sea un poco. Sin embargo, esto no fue suficiente, cuando se cumplieron los cinco días de enterarse de que eran portadores del virus, los tuvieron que trasladar al Hospital General de Xoco.
Dentro de la tortura de portar un tubo atravesado por la garganta, falsas esperanzas y ninguna respuesta de cuando iba a ser el fin de esto, Javier y Alejandra se sumaron a las 32 mil 733 muertes por Covid-19 en la Ciudad de México. Al parecer el cuerpo de Alejandra resistió un poco más, ya que se despidió de su esposo cinco días antes de que su hora de partir llegara.
Este caso se difundió por varias delegaciones como Iztacalco, Iztapalapa y Benito Juárez, ya que el hermano de Javier, Don Chava, posee varias cremerías en esas zonas y se encargó de proporcionarles esa información a sus clientes. “Varios de mis consumidores no se piensan vacunar, con este, ya van siete casos en los que escucho que mueren después de la vacuna, ya sea que les da Covid o casualmente se enferman de otra cosa.”, dijo Don Chava mientras abría los ojos con asombro y se persignaba.
Pamela,
Nuevamente fallas en la entrada. Comienzas con el contexto general, al estilo de la nota y no le das prioridad al centro de la historia. A tus personajes, a tu narrativa. No es terrible la entrada, pero tampoco es muy atractiva.
"Después de la llegada de las tan esperadas vacunas contra el Covid-19, México ha administrado 18,8 millones de vacunas a 12, 7 millones de habitantes" OJO CON LA REPETICIÓN: VACUNAS-VACUNAS.
Javier Mendoza (,) de 79 años y Alejandra García (,)de 77 años (,) se encontraban hospitalizados, así como otras 1,350 en la Ciudad de México. SIGUES DICIENDO QUE ESTUVIERON HOSPITALIZADOS TRAS LA SEGUNDA DOSIS, PERO NO ACLARAS SI FUE POR CULPA DE LA VACUNA, SI FUE PORQUE SE…