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Entre protocolos y urgencias: La pandemia en el Hospital General "Dr. Fernando Quiroz Gutierrez"

  • Writer: Alan Chaim Nájera Jaimes
    Alan Chaim Nájera Jaimes
  • May 9, 2021
  • 3 min read

Por Alan Nájera.


El servicio de urgencias estaba a punto de llenarse. Pacientes graves de Covid- 19 llegaban casi en masa al cuidado de los médicos del Hospital General “Dr. Fernando Quiroz Gutiérrez” del ISSSTE. Los teléfonos sonaban y parecía que cada vez más gente se acumulaba alrededor de los barrotes blancos de la entrada del hospital. Ya no hay espacio, el lugar está lleno, la sala casi improvisada de al lado también. Se debían tomar acciones.


2020. Alta disponibilidad de camas. El hospital del ISSSTE comenzó a cambiar protocolos. Una circular, que el coordinador de urgencias repartió entre cada uno de los asistentes de la unidad, fue el aviso oficial: Comenzarían a atender a pacientes de Covid-19. Se conformaron salas contiguas hechas de biombos y con camas extra para atender pacientes sospechosos. Cualquier persona con síntomas debía ser revisada. Entonces, para este hospital, comenzó la pandemia.


Pijamas quirúrgicas, batas, guantes, botas, cubre bocas KN75. Este fue el equipo mínimo que prevenía el contacto directo con el virus. Quienes alcanzaban, en su mayoría cirujanos y médicos, les tocó usar el característico traje de bioseguridad: liviano, seguro, asfixiante.

Los pasillos cerrados del hospital y las varias capas de protección hacían que algunos enfermeros que usaban el traje cayeran en camas de urgencias por sofocación. El material impermeable y plastificado no estaba hecho para soportar exhaustivas horas de trabajo continuo. No para quienes tenían la suerte de usarlo.


Disponibilidad Media. Burocracia, outsourcing, virus. Como muchos otros médicos del país, los del “Fernando Quiroz” compraron su propio equipo protector. Goggles, mascarillas y algunos trajes de astronauta corrieron del bolsillo de quienes tenían la posibilidad económica. Para otros, como camilleros, enfermeras, o personal de limpieza, la mayoría de ellos subcontratados, el equipo médico no fue de calidad. Se unieron al 31% de trabajadores de la salud contagiados en ese entonces, según Amnistía Internacional.


En el “Triage respiratorio”, estancias pequeñas hechas de tabla roca blanca en donde el personal debía confirmar si el paciente tenía Covid o no, la incertidumbre, digna de Schrödinger, corría en múltiples vías: El paciente no tenía el virus o no se le detectaba y se iba. O se le detectaba y grave, debía internarse en el hospital. Al inicio de la cuarentena, unas cuantas personas al día se quedaban, meses después, tenían qué discriminar quien necesitaba tratamiento urgente y quien podría vivir unos días más.


Disponibilidad baja. Los empleados y trabajadores de riesgo se fueron del hospital. El gobierno mandó más ayuda. La especialidad de ortopedia parecía haber desaparecido, ahora casi todo el hospital eran cuidados intensivos de Covid, emergencias se abarrotaba cada noche y los doctores comenzaban a dudar de su profesión.


“Debí irme con Carlos cuando pude, el sacón dijo ser hipertenso. Sabía que la cosa se iba a poner mala y no se arriesgó como nosotros. No lo culpo. Esto es un pinche infierno.”, dijo uno de los enfermeros al servicio del departamento de urgencias del hospital.


Conflicto, caos, miedo. Los doctores discutían. El protocolo para el tratamiento del Covid cambió, el virus causó principalmente trombosis, no neumonía como se pensó. La OMS apenas estaba evaluando los nuevos tratamientos. “Había que hacer lo que se podía. Dependía de cómo se desarrollaba el paciente. Nunca hubo una respuesta totalmente segura”, recordó el Doctor Freddy, médico adscrito al servicio de emergencias.


Hospital lleno, sin disponibilidad. Terapia intensiva resultó insuficiente. Urgencias era solamente de atención Covid. Las operaciones programadas desde hace meses se pospusieron por la emergencia y por los pacientes que tenían miedo de contagiarse en el hospital. No fueron los únicos.


Las tensiones y el cansancio de los doctores llegaron a provocar cierto pánico cuando les tocaba entrar a urgencias. Para entonces ya habían muerto varias personas del personal de sanidad, doctores contagiados se fueron a sus casas indefinidamente, otros se quedaron internados. Al mismo tiempo, las largas filas de gente esperando ser atendida debían ser rechazadas. Ya no se podía atender a más, tenían que irse a buscar otro hospital o rezar para que se abriera un lugar, aun cuando eso significara que el paciente que se iba, hubiera muerto.


Impotencia, deserción, fuerza. Las semanas siguientes los contagios subían y bajaban. Un doctor renunció, otros, frustrados de verse despedir a los pacientes de sus familias, evitaban ver a las ventanas. Poco a poco se regularizó el nivel de disponibilidad. Menos gente llegaba al hospital. Los casos disminuyeron pero no se terminaron. De pronto, los doctores pudieron darse un breve respiro, aunque el "Fernando Quiroz" siguió en pandemia.


2021. El pico de contagios duro meses. Un año después del inicio de la emergencia los contagios bajaron, parte de la población médica del hospital se había contagiado y sobrevivió. El Covid se normalizó, no se superó. El pánico al contagio parecía haber quedado atrás, las consultas generales volvieron. La vacuna contra el virus significó, para muchos doctores, una cercana oportunidad para por fin salir del servicio de urgencias.

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1 Yorum


bernardo uribe
bernardo uribe
14 May 2021

Excelente texto, gran uso de los recursos de descripción y narración; el uso de frases cortas como subtítulos o más bien como hilo narrativo, fue una decisión audaz y certera.


Quizás hizo falta el uso de testimonios que le dieran más contundencia y veracidad al texto, pero logras mantener un argumento y sustentarlo.


Felicidades


CALIFICACIÓN: 9.5

Beğen

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