Dejando atrás la emergencia sanitaria
- Miriam Rodríguez
- May 7, 2021
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Hasta una mañana de mediados de marzo de 2020, los habitantes del pueblo milpaltense -152 mil 685- compraban sus alimentos en la comercializadora de carne porcina y vacuna más grande de la alcaldía con todas las medidas sanitarias para evitar la propagación del COVID-19. Un año después, mientras se escriben estas líneas, las medidas son casi invisibles.
Desde temprano, la gente hace enormes filas para comprar en el lugar. En el suelo, marcas de color blanco separan a la gente a una distancia de 1.5 metros mientras esperan ser atendidos. Dentro del establecimiento, dos expendedores de gel antibacterial ubicados en la entrada y salida abastecen a los compradores.
Los trabajadores, con batas, guantes, cofias y cubrebocas blancos, atienden a los clientes con rapidez para evitar el cúmulo de aglomeraciones. A lado de la zona para atender a la gente, la oficina central del negocio sobresale con dos enormes carteles de color amarillo florecente con las frases “mantén la sana distancia” y “uso obligatorio de cubrebocas”. Tanto vendedores como compradores hacen caso a las medidas sanitarias.
Fuera del establecimiento, una mujer delgada que lleva una bata blanca hasta la altura de las rodillas, repite con frecuencia en un megáfono “por favor, solo una persona por compra”. Mientras tanto, en el interior del negocio se encuentran ocho bancos de madera acomodados de manera horizontal para despachar a toda la gente que espera su turno bajo los cálidos rayos del sol que con el paso del día se van haciendo más fuertes. Con cuchillos afilados a primera vista, cortando trozos de carne unos más rojizos que otros, los tablajeros despachan a la clientela.
El gerente del lugar, que llevaba un conjunto deportivo negro debajo de una bata en la que, detrás, tenía unas letras bordadas con el nombre del establecimiento, “La Santanera”, sonrió o intentó hacerlo. Dirigiéndose a los empleados, les repartió sus respectivos cubrebocas los cuales hicieron muecas de disgusto. “No es que no quiera usar el cubrebocas todo el tiempo, pero cargando las piezas grandes de res me sofoco y luego con el solesazo que está haciendo siento que me asfixio”, menciona Arturo, uno de los trabajadores.
El lugar, que se halla enfrente de un comercio de semillas, granos alimenticios, especias y chiles secos, es una construcción de gran tamaño que abarca una cuadra completa. Desde las 5:00 am hasta las 9:00 pm, la distribuidora de carnes opera con normalidad. Afuera, ya no está la mujer que pedía a los compradores que respetaran los señalamientos del piso. Adentro, los trabajadores ya no llevan puesto más que su cubrebocas y en ocasiones de manera incorrecta. Los expendedores de gel están por debajo de la mitad, y los grandes carteles que resaltaban todas las medidas sanitarias han sido removidos.
El relajamiento de las medidas de sanidad en el establecimiento, como en muchos otros de la alcaldía, es evidente. El pueblo milpaltense, que a inicios de la pandemia presentaba 672 casos, actualmente acumula 12 mil 896. Ahora, la mirada de la población ya no refleja incertidumbre como antes. Algunos ya no usan el cubrebocas y son pocos los que se echan gel antibacterial al entrar y salir del establecimiento.
El alza de los precios en los productos de primera necesidad como son las carnes, genera que los compradores se forman sin mantener una distancia prudente hasta 30 minutos en la larga fila a la espera de su turno para ser atendidos. “Está muy caro todo y aquí dan muy buen precio, para ahorrarnos unos centavos venimos desde el Estado de México cada semana ”, menciona una mujer mientras paga y desinfecta su dinero con el gel que se encuentra en una de las esquinas del local.
El pueblo de Villa Milpa Alta está a las afueras del sureste de la Ciudad de México, una zona solitaria dentro de la gran metrópoli del país que otros habitantes capitalinos llaman “el pulmón de la ciudad”, rodeado por campos, cerros, cielos nítidos y aire puro, los habitantes del pueblo continúan sus actividades con normalidad ante la emergencia sanitaria que se vive mundialmente.
Pareciera que fue ayer cuando anunciaban en los noticiarios el primer caso de COVID-19, ahora, mientras se escriben estas líneas, las cifras de defunciones a nivel nacional son 235 mil 755. El pueblo, que es la alcaldía con menos casos, pero que concentra dos de las colonias con más infectados, ya no tiene miedo a salir.
Antes, en las calles abundaba el silencio y el paso de pocos transeúntes. Actualmente, el ruido de los automóviles y los vendedores ambulantes es lo que prevalece en la atmósfera. “Qué más quisiera resguardarme, pero la necesidad de llevar dinero a casa me obliga a salir”, comenta don José Luis, un vendedor de jicaletas que trabaja en una de las esquina de la gran comercializadora.
Evita usar frases como estas: "mientras se escriben estas líneas", son muy informal y denota una clara inmersión del autor en el texto, inmersión que no es relevante y solo afecta al ritmo del texto.
No me queda claro que es lo que querías contar, describes tantas cosas que al final el texto termina siendo acerca de nada en específico, no hay una historia concreta, no hay personajes relevantes, no hay frases contundentes.
CALIFICACIÓN: 8