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Comer un postre para abrazar un recuerdo

  • Writer: Pamela González
    Pamela González
  • Apr 20, 2021
  • 3 min read

Corría el año de 1950, cuando Socorro Vázquez miró a sus hijas mientras jugaban con otros niños que también se la pasaban de campamento en campamento por el trabajo de sus padres. Socorro suspiró con melancolía, ya que en el último año, ella, su esposo y sus tres hijas habían llamado hogar a Sonora, Michoacán, Sinaloa, Guadalajara, Veracruz, Guatemala y actualmente, a Oaxaca.


Mientras que a Socorro la invadían los recuerdos, su esposo Don Pepe se encontraba en el trabajo que los había hecho recorrer casi toda la República Mexicana. El trabajo de hacer carreteras involucraba no ver a su esposa y a sus tres hijas durante meses, así que, desde el inicio tomó la decisión de llevar su familia a cualquier estado que él estuviera destinado a visitar.


Dentro de esos campamentos hechos para las familias de los trabajadores, Socorro aprendió muchas recetas. Sin embargo, una en especial se quedó clavada en su corazón y en el de su esposo e hijas, la de la rosa de piña. Mientras sus hijas aplaudían y hacían gestos de asombro mientras sacaba todos los ingredientes, Socorro solo se disponía a reír y a sentirse agradecida por tener a toda su familia unida.


“Derrites toda la mantequilla, agregas el azúcar, añades las cinco yemas y posteriormente, bates las claras a punto de turrón”, Socorro le decía su hija mayor que era mejor conocida como “Chiqui” por todos sus familiares y amigos, mientras la niña se disponía a hacer todo lo que su madre la indicara para después anotarlo en una hojita de su diario.


Años después, el 22 de noviembre de 1967, Socorro se encontraba en el hospital a causa de una hemorragia que tuvo por una operación reciente. Su último hijo, Carlos, con solo tres años de edad, acudió al cuarto en donde ella estaba, se acercó a darle un beso y finalmente, agitó su mano para decir adiós.


Desde ese trágico día, un postre que se disfrutaba mínimo una vez a la semana, pasó a ser solo un recuerdo. Las hijas mayores, Chiqui y Luchi, ya tenían su propia familia, Margarita, la penúltima hija, vivía con su hermana Luchi y Carlos estaba bajo el cuidado de los suegros de su hermana Luchi.


“¡Ya encontré la receta de la rosca de piña de mi mamá!”, decía Chiqui mientras sacaba un papel un tanto arrugado y amarillo. En esa tarde, todos los hermanos se juntaron para hornear, mientras el recuerdo de su madre los acompañaba con cada olor que se podía percibir de la mezcla.


En esa misma tarde, los hermanos se dividieron para comprar el huevo, el azúcar, las barras de mantequilla, la vainilla, las naranjas y por supuesto, las piñas frescas en las que siempre hacia énfasis su madre.


Después de rallar la naranja y poner las rodajas de piña arriba de la mezcla, la rosca ya estaba lista para meterla en el horno. Después de esperar varios minutos, los cuatro hermanos miraron con cara de asombro la creación que habían hecho en equipo. Rápidamente, esa expresión de asombro se convirtió en una de melancolía, con lágrimas en los ojos, Margarita dijo “mi mamita debe de estar orgullosa de nosotros”.


Actualmente, Carlos, el menor de los hermanos, hornea frecuentemente para su familia, este platillo tan amado para él y sus hermanas. Incluso, la hojita en donde escribió su hermana mayor la receta, aún le sirve como guía por si se le olvida las cucharaditas de royal o cómo batir las claras, pero lo más importante, ese pequeño pedazo de hoja le trae un recuerdo inmenso del amor con el que su madre horneaba esa rosca que tanto disfrutaban.




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1 Comment


bernardo uribe
bernardo uribe
Apr 23, 2021

Tienes una gran historia, pero en el texto te pierdes entre la narración y los saltos en el tiempo, trata de ser más clara, desarrolla primero una idea antes de pasar a la otra y usa recursos que salgan de lo hermético de la nota.


Empieza por el final, explota el recurso de la nota o desarrolla más a los personajes.


CALIFICACIÓN: 9

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